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1 Julio 2019: Cuanta democracia en nuestras universidades ?
Gabriel N. Gatica

Allá por la década del 60, cuando tenia 7 u 8 “abriles”, fue la primera vez que escuche la expresión a la que me refiero a continuación. Mi padre, quien no era masón ni bombero, pero sí militante del partido radical, había sido candidato a regidor (básicamente lo que hoy se llama concejal) de la Ilustre Municipalidad de San José de la Mariquina, provincia de Valdivia, y al no resultar electo, le escuche comentar una noche en la casa, junto a sus camaradas, algo así como: "nuestras cifras repartidoras no alcanzaron cupos". Debo confesar que con la inocencia de mi edad, pero sin ningún afán premonitorio de lo que ocurriría décadas después, yo imagine en ese momento, motivado quizás por mi trabajo esporádico de cajero en el almacén de abarrotes de mi viejo, que las “cifras repartidoras” eran montos en dinero que se repartían los políticos, y que, por alguna razón que yo desconocía, mi progenitor y sus correligionarios no habían tocado "ni una chaucha" en esa repartija. Aparte de pensar que como consecuencia de ello mi próximo regalo de cumpleaños o de navidad no iba a ser tan generoso como esperaba, no le di mayor importancia al hecho. Posteriormente, y en una ocasión en la que el ya no iba de candidato (supo retirarse a tiempo ), le escuche otra frase relacionada con lo anterior: "el candidato A arrastro al candidato B". Mi comprensión del verbo arrastrar se remitía en ese entonces a la idea de arrastrar los pies (cuando me mandaban a hacer algo y tenia que dejar de jugar) o a arrastrar la bicicleta (cuando me cansaba de andar en ella), de modo que no me costo tanto imaginarme que el candidato A había literalmente "arrastrado" al candidato B, probablemente por las calles o la plaza del pueblo, pero sin entender mucho porque lo había hecho, ni menos dilucidar que en realidad ello significaba que B también había sido electo gracias a los votos de A (concepto que aprendí al cabo de un tiempo).

De hecho, siendo solo algunos años mayor, y escuchando con mucha atención lo que mi padre me explicaba por primera vez, logre entender lo que en esa época se conocía como el "sistema electoral proporcional". Lamentablemente, ello no me sirvió de mucho y rápidamente lo olvide ya que poco después vino el golpe de estado y lo que todos conocemos, llegándose finalmente a la instauración del sistema binominal para el retorno a la democracia, pasando primero por la vilipendiada transición. Como ya es sabido, fue solo hace un par de años que volvió a adquirir protagonismo efectivo el antiguo sistema electoral, el cual, con algunos “arreglines” aledaños tendientes a no cambiar en demasía los resultados que lograban los partidos con el binominal, re-debuto en la ultima elección de diputados y senadores, con los consabidos pactos y sub-pactos. Como resultado de esta experiencia hubo naturalmente "merecimientos" (entiéndase, candidatos que fueron elegidos con un número importante de votos), "visiones políticas" (entiéndase, candidatos que fueron electos con muy pocos votos, es decir "arrastrados" por otros) e "infortunios" (entiéndase, candidatos que, habiendo obtenido una votación significativa, no resultaron elegidos por ir solos o mal acompañados), y todo ello ciertamente validado por la nueva versión del sistema proporcional, uno de cuyos principales objetivos es garantizar también la representatividad de las minorías.

En virtud de lo anterior, y dado que en periodos de elecciones de la máxima autoridad de una casa de estudios, o incluso en tiempos críticos y tormentosos, se habla usualmente de la necesidad de incorporar más democracia a nuestro ámbito académico, las preguntas que surgen de cajón son: cuanta democracia ? hasta donde ? a que nivel de instancias ? Entonces, y solo para entretenerme con algunas elucubraciones que se me han ocurrido últimamente, comienzo por preguntarme que pasaría si precisamente una de las "columnas vertebrales" de nuestra democracia, esto es el actual sistema electoral proporcional, es incorporado como tal en todos nuestros procesos eleccionarios ? En particular, en vez de elegir solo Rector, podría plantearse un proceso radicalmente distinto en el cual se elijan simultáneamente todas las autoridades superiores (Rector, Vicerrectores, Directores de Instancias Académicas, etc., debidamente ordenadas por escaños jerárquicos, obviamente), de modo que nos veamos en la necesidad de generar un mayor número de candidatos (igual o superior a la cantidad de cargos a llenar) y así estimular la creación de pactos y eventualmente sub-pactos en la comunidad universitaria respectiva. En tal caso, podría darse la situación de un Rector proveniente de un pacto "conviviendo" con un Vicerrector y un Director de Docencia de otras coaliciones. Naturalmente, también se podría dar, por ejemplo, que el Vicerrector de Investigación "arrastre" a otro candidato de su mismo pacto como Director de Postgrado. No parece todo muy coherente, verdad ? O sí ? De hecho, y a modo de comparación, se podría establecer la analogía respectiva con el presidente y sus ministros, intendentes y demases. O quizás no importa tanto la coherencia sino solo el valor democrático ? O a lo mejor de esta forma sinceramos todo el procedimiento y nos evitamos una segunda vuelta con las consiguientes negociaciones que surgen por los cargos que nominara el Rector elegido. Al mismo tiempo, y si me permiten seguir divagando, esta idea podría extenderse a las Facultades y Departamentos y a la elección de sus máximas autoridades correspondientes con consecuencias lógicas e ilógicas similares. Por otro lado, y siguiendo con esto de la democratización, no quiero ni pensar en lo que ocurriría si nos entusiasmamos y se nos antoja extender, de alguna forma razonable por cierto, la aplicabilidad de este sistema a los distintos procesos de evaluación internos de los académicos, e incluso, en un ámbito nacional, a la evaluación de los proyectos Fondecyt u otras iniciativas similares. Se imaginan, por ejemplo, que en vez de los antecedentes en investigación y postgrado de cada académico empecemos a hablar de las "cifras repartidoras del merito científico" de un grupo de ellos ? Se imaginan un académico destacado en docencia "arrastrando" a un docente no tan bien evaluado (pero con "visión política") de su misma lista a obtener también un reconocimiento en docencia ? Se imaginan un académico destacado en investigación experimentando el "infortunio" de no obtener el reconocimiento respectivo por no estar en un pacto "competitivo" ? Se imaginan un mal proyecto Fondecyt siendo "arrastrado" por la excelente evaluación de otro proyecto de su misma "lista" ? etc., etc., etc.

La verdad, estimados lectores, antes que nos de crisis de pánico a todos por lo que podríamos seguir imaginándonos, me permito aclarar inmediatamente que, haciendo, si lo desean, caso omiso de las anteriores elucubraciones y exageraciones múltiples de mi parte, el punto de fondo de esta extensa columna (por la cual me disculpo de antemano) es que, si bien la idea de "más democracia" parece a priori suficientemente atractiva y razonable para así captar el apoyo de nuevos electores ávidos de ambiente político, tengo la impresión que debemos ser muy cuidadosos al decidir donde y en que "cantidad" aplicarla, sobretodo teniendo en mente el carácter evidentemente académico del quehacer universitario. De hecho, una de las primeras interrogantes que me surge al respecto es si acaso, antes de pensar en maximizar la democratización dentro de nuestras casas de estudios, no deberíamos pensar primero en aumentar, o quizás disminuir, las exigencias y los requisitos para ser electos o nombrados en los distintos cargos o instancias de decisión? Alternativamente, no deberíamos pensar primero en aumentar, o quizás disminuir, la influencia de las opiniones y recomendaciones por parte de entes calificados en el accionar de dichos cargos o instancias ? A modo de ejemplo para lo primero, pero remitiéndonos al ámbito político tradicional, en el cual parece haber hoy en día cierto consenso al respecto, les cuento que en un matutino local apareció hace un tiempo una "frase para el bronce" de un personero regional, quien, al referirse al aumento de dos a tres niveles de circulación en cierta avenida, concluye diciendo que se iba a tener "un tercio" (33.3 %) mas de capacidad, cuando lo correcto era decir un 50 % mas, denotando así un desconocimiento evidente de aritmética elemental y dejando serias dudas sobre su idoneidad para el cargo. Entonces, solo a partir de este simple hecho ilustrativo, termino preguntándome si acaso es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que un símil de dicho personero podría llegar a ocupar un cargo de decisión en nuestras universidades ? Es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que nuestras universidades seguirán siendo acreditadas ? Es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que nuestras universidades seguirán acrecentando su presencia e influencia a nivel nacional e internacional ? Es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que nuestras universidades mejoraran los índices de evaluación de la docencia que se realiza en ellas ? Es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que nuestras universidades mejoraran los índices de evaluación de la investigación y el postgrado que se realiza en ellas ? Es con más, menos, igual, "mejor" o "peor" democracia que nuestras universidades ... etc. etc.

En definitiva, cuanta democracia en las universidades ? hasta donde ? a que nivel de instancias ?

El contenido vertido en este blog o columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la postura del Centro de Investigación en Ingeniería Matemática (CI²MA).

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