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23 August 2019: If I were president of UdeC ... but I am not and I do not think that I will
Gabriel N. Gatica

La expresión “si yo fuera” denota una actitud condicional, un supuesto, y por lo tanto se tiene mucha más libertad y flexibilidad para escribir o decir a partir de ella, a sabiendas, precisamente en este caso particular, que la probabilidad de que ello ocurra es bajísima y por lo tanto el riesgo de tener que rendir cuentas posteriormente ante promesas incumplidas es mínimo. Me refiero obviamente al título de esta columna, en virtud de lo cual me permito a continuación proponer y soñar con toda la libertad que mi imaginación lo permita, incluso de manera ingenua o medianamente irresponsable al entrar eventualmente en planos inalcanzables, o bien al adoptar posturas políticamente incorrectas. En fin, yendo al grano, y en relación a un tema ciertamente de interés nacional, me gustaría decir primero que “si yo fuera Rector” sinceraría el debate respectivo y manifestaría abiertamente mi oposición a la idea de gratuidad universal en la educación superior. Las razones principales son básicamente dos: el país tiene varias necesidades mucho más masivas y prioritarias que la de “educación gratuita para todos” (por ejemplo, salud y previsión social), y los recursos estatales han sido, son y serán siempre finitos. En virtud de esto último, justamente, si además de los impuestos que correspondan, una familia puede pagar la educación universitaria de sus hijos, bienvenido sea, ello nunca estará demás. El sistema base debería ser, en mi opinión, el de arancel diferenciado, de modo que el que no puede pagar no lo hace, y el que puede pagar todo, que lo haga, estableciendo luego alguna proporcionalidad razonable para quienes se ubiquen entre estos extremos. En cualquier caso, el costo de este sistema es claramente más barato que la gratuidad universal, y por lo tanto más factible de implementar. En segundo lugar, y también desde una perspectiva país, plantearía la necesidad de reformar diversas instancias de decisión de índole nacional, cuyas estructuras y reglamentaciones respectivas datan del siglo pasado, en las cuales se le otorga aún a la Universidad de Chile un rol tutelar que ya no es coherente con la realidad actual de la educación superior del país. A su vez, en un plano regional, y en virtud precisamente de la reciente creación de la región de Ñuble, invitaría al Rector de la Universidad del Bío-Bío a olvidarnos por un momento de las promesas de campaña para nuestras sedes en Chillán, y le propondría estudiar seriamente, en conjunto con los habitantes de esa ciudad y las comunidades académicas respectivas, la posibilidad de fusionarlas para crear así una casa de estudios propia de esta nueva región. Dicho de otro modo, en vez de una mirada pseudo-centralista desde Concepción, permitiría que la propia región de Ñuble piense el futuro de su educación superior. De acuerdo a ello, Universidad de Chillán (siguiendo el símil de la UdeC) o Universidad de Ñuble (análogo regional de la UBB) u otra propuesta que eventualmente surja, por ejemplo la independencia de cada sede para crear así ambas opciones anteriores, sería una de las primeras decisiones a adoptar.

Por otra parte, y en un plano netamente local, hay ciertas ideas también que implementaría para algunos ámbitos de nuestro quehacer académico. En docencia de pregrado comenzaría por transparentar los resultados de la evaluación de los profesores por parte de los estudiantes, de modo que estos últimos, al momento de inscribir una asignatura regular o electiva, conozcan a priori con que calidad de enseñanza se encontrarían en dichos cursos, y tengan, por lo tanto, la opción de ratificar dicho intento de inscripción, arrepentirse de ello, o exigir que se cambie al profesor por uno mas calificado. En esta misma línea, y al igual como ya ocurre en algunas universidades americanas, impulsaría la implementación de sitios web con videos seleccionados de las clases impartidas por los académicos, principalmente de los cursos masivos de primeros años, el cual sería de libre uso, no solo para los alumnos de la UdeC, sino también para aquellos de otras universidades nacionales, al menos dentro de ciertos periodos y bajo algunas condiciones por especificar. Y a propósito de lo mismo, otro aspecto que necesita regularse urgentemente es la cantidad de alumnos por clases, sobretodo en aquellas asignaturas con varias secciones. En lo que se refiere a la investigación y el postgrado, reordenaría la distribución de los recursos respectivos y priorizaría el financiamiento de proyectos interdisciplinarios con participación de distintos grupos de investigación, además de implementar un sistema de becas doctorales con montos similares a los que otorga Conicyt. Al mismo tiempo, como alternativa o complemento a la contratación por honorarios de profesionales part-time para hacer clases o ayudantías a los cursos más numerosos, crearía un sistema similar al de las “teaching assistanships” americanas orientado principalmente a estudiantes de doctorado seleccionados, los cuales se elegirían en base a sus habilidades docentes y méritos académicos.

En lo que respecta a infraestructura, solicitaría la asesoría directa de la Facultad de Arquitectura para remodelar las salas de clases cuyas características acústicas y de climatización actuales distan mucho de las comodidades mínimas requeridas para el buen funcionamiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Al mismo tiempo, le pediría a dicha facultad o a una unidad técnica que se cree para este propósito, la elaboración de una norma con requisitos mínimos de diseño para las nuevas construcciones que se proyecten, especialmente para las aulas, de modo que a futuro se pueda garantizar la existencia de verdaderos anfiteatros en vez de espacios simplemente cuadrados o rectangulares. En este mismo ámbito, me parece que la construcción de un centro de eventos, para uso interno y externo, aparejado probablemente a residencias para alojamiento de los participantes, además de edificios (en altura o subterráneos) de estacionamientos, ya constituyen iniciativas urgentes y de primera necesidad para nuestra casa de estudios. Naturalmente, esto último pierde prioridad si la calidad del transporte publico mejora ostensiblemente en el gran Concepción y los vehículos comienzan a dejarse en casa. Y otra necesidad que también clama atención es la construcción de espacios deportivos adicionales dentro del campus, para ser utilizados, no solo por estudiantes, académicos y funcionarios de la universidad, sino también por la comunidad penquista.

A su vez, desde una perspectiva social, solicitaría el compromiso de las Facultades de Educación y Enfermería para promover la construcción de jardines infantiles adicionales y de hogares para adultos mayores, respectivamente. Alternativamente, la Asociación del Personal Docente y Administrativo podría también interesarse en participar de dichas iniciativas. La necesidad de lo primero es evidente desde hace mucho tiempo, mientras que la mayor esperanza de vida alcanzada por la población nacional en las ultimas décadas y la aparición mas frecuente de Alzheimer, demencia senil y otras enfermedades, han transformado hoy en día lo segundo en un requerimiento impostergable. De hecho, no solo debemos pensar en los familiares del personal universitario, sino que también anticiparnos a lo que podría ocurrir a futuro con algunos de nosotros mismos. Más aún, se me ocurre que la renta vitalicia podría traer como “marraqueta” adicional la eventual reserva de una cama/pieza en alguno de dichos hogares. Dios nos salve decía mi abuela.

Finalmente, “si yo fuera Rector”, transparentaría los sueldos de las autoridades superiores de la Universidad, disminuiría todas las asignaciones de responsabilidad, desde la “mía” hasta las de los directores de departamentos, a la mitad de los montos actuales, y eliminaría todas aquellas Sub-Direcciones académicas y administrativas que no demuestren fehacientemente su necesidad de existencia. Desconozco el total del ahorro que se generaría, pero me atrevo a conjeturar que no sería para nada despreciable, de modo que, de concretarse esta acción, se abrirían múltiples opciones académicas, financieras o sociales para reutilizar los recursos respectivos. En particular, varias de las ideas esbozadas anteriormente podrían efectivamente concretarse, al menos parcialmente.

En fin, y dado que no ha sido mi intención ser exhaustivo, es claro que no todos los aspectos de nuestra vida universitaria han sido abordados aquí, ni tampoco he pretendido agotar todas las ideas posibles, además que muy probablemente algunas de las mencionadas u otras mejores o más factibles ya han sido prometidas, implementadas o están siendo consideradas. Cualquiera sea el caso, y haciendo alusión nuevamente al carácter condicional de esta columna, no me queda más que decir, con mucha comodidad: “ ….. pero afortunadamente no lo soy, ni creo que lo llegue a ser”. Sólo he querido ponerme por un instante en el lugar de nuestra máxima autoridad académica para aprovechar también de “echar una mirada” tanto hacia el exterior como hacia el interior de la Universidad. Naturalmente, todo lo anterior con los errores, imprecisiones y desaciertos que mi inexperiencia al respecto implica.

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